EL CAMINANTE Y SU SOMBRA (1880) : §6
La imperfección terrestre y su causa principal.—Al mirar a nuestro alrededor, siempre vemos hombres que han comido huevos toda su vida sin percatarse de que los más alargados son los más sabrosos, sin darse cuenta de que una tempestad es saludable para el vientre, que los perfumes son más olorosos en un aire frío y claro, que nuestro sentido del gusto no es igual en todas las partes de la boca, que toda comida en la que se dicen o escuchan cosas interesantes perjudica al estómago. Haremos bien en no contentarnos con estos ejemplos, que demuestran la falta de espíritu de observación; en cualquier caso hemos de reconocer que las cosas más inmediatas están mal vistas y son mal estudiadas por la mayoría de la gente. ¿Es esto indiferente? Consideramos, por último, que de esta falta proceden casi todos los vicios corporales y morales de los individuos; no saber lo que nos perjudica en el terreno de la vida, de la división de la jornada, del tiempo a dedicar a las relaciones sociales y de la elección de éstas, de nuestro trabajo y de nuestro ocio, del mando y la obediencia, de las sensaciones ante la naturaleza y la obra de arte, de la comida, el sueño y la reflexión; ser ignorante en las cosas más mezquinas y corrientes es lo que hace que la tierra sea para tantas personas un «campo de perdición». No se diga que se trata aquí, como siempre, de falta de cordura en los seres humanos; por el contrario, hay cordura suficiente y más que suficiente, pero está dirigida en un sentido falso y artificialmente desviado de esas cosas mezquinas y próximas. Los sacerdotes, los maestros y la sublime ambición de los idealistas de toda especie, sutil y tosca, persuaden ya al niño de que se trata de otra cosa: de la salvación del alma, del servicio del Estado, del progreso de la ciencia, o bien de consideración y de propiedad como un medio de prestar servicios a toda la humanidad, mientras que, por el contrario, dicen que las necesidades grandes y pequeñas del individuo, durante las veinticuatro horas del día, son algo desdeñable o indiferente. Ya Sócrates se puso en guardia con toda su energía contra ese orgulloso descuido de lo humano en beneficio del hombre y se complacía en recordar, citando a Homero, los auténticos límites y el verdadero objeto de todo cuidado y de toda reflexión: «Existe y sólo existe lo bueno y lo malo que me sucede».
Nos insta aquí Nietzsche a dejar de preocuparnos por tanta bobada grandilocuente y enfocarnos más bien en las pequeñas acciones y hábitos cotidianos que, como granitos de arena que conforman una gran playa, conforman la mayor parte de nuestras vidas.
ResponderEliminar¿Cuántas horas me conviene dormir? ¿Qué efectos tienen sobre mi ánimo el café diario o la leche? ¿Cuál es la proporción de pensamientos positivos y negativos en una hora promedio? En fin, ¿qué cambios minúsculos en mi rutina pueden tener un efecto desproporcionado sobre mi (calidad de) vida?
Dejemos de preocuparnos por lo "importante". Concentrémonos en lo nimio y pasajero, y ahí encontraremos la respuesta.